La UNESCO aprobó la semana pasada la inclusión del bolero en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, una medida impulsada por Cuba y México. De Chavela Vargas a Mimi Maura, las voces de mujeres latinas que le dan su impronta.
Producto de la herencia musical de las culturas africana e ibérica, de gran influencia durante la época de la colonia, el bolero es un género que surge en Santiago de Cuba, a finales del siglo XIX. Las sonoridades heredadas de la clase alta española con su Opera y su Zarzuela se unieron a la musicalidad africana de los hombres esclavizados; las guitarras y la percusión se encontraron para dar vida a este ritmo popular bailable, lento e íntimo, que invita al roce de los cuerpos y las palabras de amor. El nuevo género siguió viaje por todo el caribe y países de habla hispana como México, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Puerto Rico, Perú, Argentina, Uruguay y Chile.
Desde sus primeros pasos, en aquel Santiago de Cuba de fin de siglo, lo hizo de la mano -y de la voz y de la composición- de la mujer: son varios los nombres de quienes forjaron el género desde la primera hora como la compositora, guitarrista y cantante María Teresa Vera; la compositora, pianista y cantante Isolina Carrillo; la soprano Rita Montaner; la cantante y compositora Margarita Lecouna; la cantante, guitarrista y compositora Marión Inclán y la intérprete Esther Borja.
Y muchas las que luego continuaron, a través del tiempo, llevandolo en la voz y en el alma, en ocasiones resignificando la idea del amor que instaló en el bolero la enunciación y composición masculina, para instalar en cambio otro punto de vista, el amor propio, el empoderamiento ante el sufrimiento amoroso.
Celebremos a algunas de estas cantantes, compositoras, músicas, (solo algunas del enorme universo de boleristas mujeres) cuyos aportes convirtieron al bolero en un patrimonio cultural de la humanidad.